martes, 12 de agosto de 2008

Beta... ¿?

Tomo el arma con delicadeza, como si fuera bebe, y no mortal obra que forjaría destinos allá donde fuese portada. La estudió detenidamente, y salio al exterior, necesitaba que la hoja fuera bañada por la naturaleza, no en agua contenida en ningún receptáculo. Dejo que su cuerpo se empapara mientras alzaba el objeto, sintiendo su peso en las fatigadas extremidades, y pidió al aire y la lluvia que besaran su filo.

Los cascos de un caballo anunciaron al no tan inesperado visitante que predestinaba su fin.

-Eh, viejo.- La voz cascada y grave sonaba amortiguada por el casco con forma de cabeza de lobo.-

lunes, 23 de junio de 2008

Forja

La lluvia arreciaba contra la improvisada forja y el viento hacía que las ramas del árbol golpearan contra el techo de esta. El cielo estaba cubierto por oscuras nubes grises que apenas permitían ver el sol, pese a que no hubieran pasado un par de minutos desde el mediodía.

Los golpes resonaban en toda la estancia mientras el martillo daba forma al metal. El sudor perlaba la frente del anciano, los músculos de espalda y brazos estaban tallados en la piedra que era su carne. Golpe, movimiento, golpe, movimiento. Un mantra que el herrero conocía bien desde hacía bastante tiempo.
Miró la hoja plegada miles de veces hasta alcanzar ese estado de perfección y la dejo sobre el yunque. Él era el último por el que pasaba el arma, el mayor de los Maestros Herreros. El que pulió los defectos de los que, a su vez, habían arreglado los defectos del anterior en la forja de la espada.